Pero quienes viajaban eran, en su gran mayoría, aquellos turistas que habían comprado sus pasajes meses atrás, antes de que se disparara el dólar.
Ahora, desde las agencias de viajes reconocen que la ocupación de los vuelos mermó significativamente y que la demanda para hacer turismo en el exterior de cara a las inminentes vacaciones de verano viene muy floja.
Por eso, las empresas, junto con las propias aerolíneas, deben recurrir a promos de último minuto para intentar salvar una temporada cuya ventana se está cerrando y que no está arrojando resultados muy alentadores.
“A esta altura, el sector está vendiendo cerca de un 50% menos, en dólares, que en el mismo período del año pasado. La baja fue muy significativa”, plantea Martín Romano, country manager de la agencia online Atrapalo.
Desde otras empresas referentes, como Despegar, también señalan que el mercado se terminó adaptando a la nueva lógica que impone el tipo de cambio, con destinos domésticos que empiezan a ganar más y más terreno frente a los del exterior.
Un termómetro que sirve para medir en qué medida el salto del dólar aplacó la fiebre de viajar y hacer shopping en el exterior es el que mide los saldos por compras con tarjeta en moneda extranjera y que publica el Banco Central.
Según datos de la entidad, en el arranque de diciembre fue notorio el desplome, pese a la relativa estabilidad del tipo de cambio, algo que Romano atribuye a que ya quedó atrás el “stock” de pasajes que se habían comprado en la previa al salto del billete verde y que todavía permitía que existiera un flujo de pasajeros cruzando la frontera y utilizando sus plásticos.
Así, según el experto, a medida que se fueron concretando esos viajes comprados de antemano y la contratación de tickets no siguió acompañando, comenzaron a verse cifras que sinceran el estado del turismo emisivo.
De acuerdo con el BCRA, al 4 de diciembre, el saldo por “tarjeteo” en el exterior sumó unos u$s250 millones. Considerando que para la misma fecha de 2017 los propietarios de plásticos acumulaban un saldo de u$s605 millones, esto implicó un fuerte derrumbe cercano al 60%.
Además, al observar las estadísticas que publica la entidad, hay que retroceder hasta el año 2011 para encontrar un arranque de diciembre con un nivel más bajo que el actual.
En donde más se sintió la merma fue en Chile: según los últimos datos de la Cámara Nacional de Comercio y Servicios del país trasandino, en el tercer trimestre las compras de argentinos con tarjetas se desplomaron a niveles inéditos: 77,5%. Esta caída, a su vez, se suma a la contracción del 52% que se había observado en el segundo trimestre.
Esto implicó que los compradores con DNI albiceleste perdieran mucho terreno: en el período julio-septiembre representaron menos del 11% del total entre los gastos realizados por extranjeros, cuando en igual lapso de 2017 el share era del 34%.
El turismo, al ritmo del tipo de cambio
“El tipo de cambio real es un precio relativo clave para determinar la evolución de la actividad entre bienes transables y no transables”, plantea el economista Marcelo Capello, de Fundación Mediterránea.
Y dicho precio relativo “resulta determinante para el desempeño turístico”, completa el experto, que analizó cómo -en los últimos años- ha evolucionado la entrada y salida de viajeros en función del movimiento del tipo de cambio.
Capello destaca que en períodos de fuerte atraso cambiario, como el que se dio a fines de la convertibilidad, los argentinos que hicieron turismo en el exterior excedieron largamente a los visitantes que llegaron, estableciéndose una relación de dos salidas por cada entrada.
“Esta dinámica se ha profundizado nuevamente en los últimos años”, plantea, para luego destacar que, tras el sacudón que el billete verde experimentó a partir de julio, “la relación entre turismo emisivo y receptivo se ha visto significativamente alterada”.
El siguiente cuadro permite ver claramente esta dinámica: cuando el tipo de cambio real era alto (línea verde), no era tan conveniente viajar al exterior, por lo que la relación entre el número de argentinos que partían y los extranjeros que venían al país (línea naranja) llegó a ser de 1 a 1 o incluso menos, tal como sucedió entre 2002 y 2010.
Sin embargo, a partir de ese momento, a medida que la inflación se aceleró, la cotización de la divisa estadounidense no acompañó y se profundizó el atraso cambiario, el número de turistas que elegían descansar fronteras afuera pasó a ser muy superior que el de visitantes que venían a la Argentina, en una relación de casi 2 a 1.
Sin embargo, en julio de este año, el salto del billete verde volvió a impactar y muy fuerte. Desde Fundación Mediterránea, de hecho, calcularon un “tipo de cambio turista” y estimaron que, en noviembre, el mismo se posicionó en niveles similares al del año 2011, al tiempo que se ubicó un 64% por encima de los registros de noviembre de 2015, es decir, justo antes del desarme del cepo cambiario.
Como parte de los cambios de los precios relativos que se dieron en el plano interno a partir del salto del dólar, el relevamiento de la consultora también puso el foco en lo sucedido con las tarifas de los hoteles emplazados en la Argentina.
Si se toman los precios de establecimientos de tres y cuatro estrellas en diferentes plazas del país y se los cruza con los de otros destinos internacionales, se observa un significativo abaratamiento, en términos de dólar: según el Ieral, las tarifas medidas en divisas se desplomaron casi 40% en promedio, entre abril –cuando se aceleró la disparada del dólar- y noviembre pasado.
“La situación exhibida implica que la oferta hotelera ha mejorado su grado de competitividad en precios a nivel regional”, plantea Capello.
A modo de ejemplo:
-Hace un año, una noche en Iguazú costaba unos u$s15 más, en promedio, que una en Miami.
-Ahora, la estadía en Iguazú vale u$s40 menos que en esa ciudad costera de Florida.
-En paralelo, un hotel en Ushuaia cotizaba unos u$s30 más que uno de San Pablo.
-Sin embargo, en noviembre último, la noche en esa ciudad de Tierra del Fuego pasó a valer u$s20 menos que el promedio que muestra ese destino de Brasil.
-En tanto, la estadía en un hotel porteño valía hace un año cerca de u$s28 más que en Cancún.
-¿Cómo es el cuadro de situación ahora? Pasar un día en Buenos Aires ahora sale unos u$s2 menos que en esa playa mexicana.
Esto explica, en gran medida, por qué se está recuperando la llegada de turistas extranjeros: en septiembre –último dato-, hubo un crecimiento interanual de casi 12%.
Desde el Ieral marcan que, lógicamente, la mejora de competitividad favorece el mayor flujo de turistas extranjeros hacia Argentina. Además, señalan que esta mejora de la performance “obedece a la proliferación de nuevos vuelos y la mayor conectividad aérea, que juegan un papel destacado”.
Sin embargo, también advierten que la reacción positiva del turismo receptivo es bastante más lenta que el desplome que sufrieron los viajes al exterior.
En este sentido, los directivos de agencias remarcan que el abaratamiento de la Argentina como destino, en términos de dólar, es uno de los factores que alienta la llegada de visitantes. Y los que más rápido reaccionan a este cambio suelen ser los que provienen de países limítrofes, principalmente Brasil y Chile.
Pero el “efecto dólar” no es el único factor. Empresarios como Tomás Ryan, propietario del operador mayorista Ryans Travel, aseguran que volver a captar la atención de turistas del exterior lleva tiempo y que es necesario reactivar campañas a nivel interancional y realizar un trabajo fino con agencias de afuera.
Empresarios miran al dólar
En medio del fuerte desplome que está experimentando el turismo emisivo, las agencias observan detenidamente la evolución del tipo de cambio.
El hecho de que el billete verde esté relativamente estabilizado y que en las últimas semanas haya estado varias veces a punto de perforar el piso de la banda de flotación, alienta a pensar no ya a que se detenga el desplome de la demanda, sino a imaginar una leve recuperación de la actividad.
De hecho, desde Despegar plantean que cada vez que el dólar se mantiene estable, se revive el interés por los destinos internacionales.
En paralelo, Romano señala que si los salarios logran recuperar parte del poder adquisitivo y bajan las tasas de interés como se prevé, hacia el cierre del primer semestre de 2019 podría darse un repunte.
Las expectativas del sector se apoyan en las proyecciones que trazan economistas y consultoras: según el Relevamiento de Expectativas de Mercado (REM), que compila el Banco Central, se estima un dólar promedio mensual para diciembre de 2019 del orden de los $48,5.
De concretarse, implicaría un avance levemente inferior al 25% respecto del cierre esperado para 2018. Además, se trata de una variación que se ubicaría 2,5 puntos por debajo de la inflación prevista para todo 2019.
Son simplemente proyecciones. Pero en la industria saben que, apenas mejoran las expectativas, es de esperar que comience a incrementarse la demanda de tickets aéreos y paquetes para viajar al exterior, más allá del “gancho” que generan promociones puntuales, con pasajes en oferta.
Por ahora, los empresarios del sector consideran que el verano está jugado. Y que se necesitarán algunos meses más para que los argentinos asimilen los nuevos valores para hacer turismo fuera del país. Pero saben que muy pronto podrá haer una suerte de revancha.