LA
TRAMPA DE LA APERTURA
La semana pasada, nuestro país tuvo
un claro y contundente ejemplo de la necesidad imperiosa de controlar el número
de contagios o será marginado de los circuitos de viaje.
Por Alejo Marcigliano
Podemos afirmar, sin margen de debate, que el aislamiento es quizás el
arma más eficiente para detener la propagación del Covid-19, por lo menos hasta
la aparición de una vacuna. Y con la misma contundencia, el aislamiento va en
contra del turismo de modo genérico y de toda otra actividad social que
implique la reunión de grandes cantidades de gente. Cuanto más Covid, más
distanciamiento social se necesita para pararlo, pero cuanta más distancia se
toma es menor el turismo que se puede hacer. Son reflexiones básicas,
ultrabásicas, pero que no vienen mal en un contexto donde va in crescendo la presión para “abrir” y retomar los vuelos. Que “Argentina es el
único país dónde no se vuela”, “Miren la pantalla de Flightradar”, “Queremos
trabajar”…, son algunas de las afirmaciones que se escucharon por estos días.
Curiosamente, la semana pasada, nos enteramos que los argentinos estamos
“vetados” de Nueva York: no podemos viajar allí sin tener que atravesar una
cuarentena al llegar. Las cuarentenas hoy son la gran preocupación del
transporte aéreo. De hecho, por eso, las líneas aéreas internacionales están
comenzando a ofrecer y realizar pruebas de Covid antes de embarcar. La idea es
garantizar vuelos “libres de Covid” y evitar mediante ese mecanismo las
cuarentenas.
No estoy en el grupo que puede, aunque los cielos se liberaran mañana,
salir corriendo hacia la Gran Manzana. Pero la cuarentena que nos imponen es
disuasoria para el turismo emisivo: los turistas argentinos que querían volver
a la Quinta Avenida, no podrán hacerlo. O si lo hacen deberán atravesar la
cuarentena y programar viajes al menos 14 días más largos de lo que pensaban
hacer. Pero la medida, también alcanza, por cuestiones sanitarias, a los
neoyorquinos que “regresen desde la Argentina” y entonces la cuestión tiene
otro color: allí lo que se “arruina” es el turismo receptivo.
Y entonces, el número de contagiados que haya en nuestro país no es un
dato menor, no es un dato para nada menor. Obviamente no lo fue nunca
cuestiones sociales y humanitarias, pero tampoco por cuestiones turísticas. En
primera instancia, en nuestro bendito país, buena parte de los destinos
turísticos del Interior tienen una capacidad sanitaria relativa. Es decir, si
crecen los contagios, disminuye la capacidad del sistema sanitario para atender
los casos más graves, sean estos de habitantes locales o turistas de visita.
Pero a lo que me refería inicialmente, es que cuanto más descontrolado
esté el Covid en Argentina, el país ingresará a las listas negras de aquellos a
los que no se recomienda viajar. Y diría más, ya ni siquiera es necesaria la
recomendación, justamente con establecer un régimen de cuarentena es
suficiente. ¿Qué turistas querrían visitarnos si a la vuelta a sus hogares deberán
atravesar una cuarentena?
Hace pocos días, el ministro Mario Meoni, de Transporte, volvió a hablar de un par de fechas alternativas de apertura (12 o 15 de octubre), pero volvió a insistir en que la última palabra la tienen los gobernadores e intendentes. Ergo, la apertura que desde algunos sectores buscan, no tiene una certeza de contraparte. Es decir, se abren los vuelos: ¿hacia dónde? ¿Qué provincias aceptarán los servicios aéreos? ¿Qué servicios estarán disponibles a los turistas si algunos destinos turísticos han tenido que volver a la restrictiva Fase 1? Y en todo este cuadro de situación no hemos sumado la demanda.
Un empresario turístico dialogaba hace pocos días y destacaba como positivo el plan de precompra que impulsa el gobierno (que establece que el Estado devolverá la mitad de lo gastado). Pero se preguntaba: ¿cómo un pasajero puede decidir sus vacaciones en octubre sino sabe si habrá vuelos en diciembre? Y yo agrego: lo peor es que la disponibilidad de hoy, puede no ser la de mañana. Aunque los vuelos se retomen en octubre, tampoco hay certeza de que un rebrote o agravamiento de la situación, obligue a suspender los vuelos para diciembre. Y Europa nos muestra que los rebrotes son una posibilidad, cuando menos.
En definitiva, ¿no debemos abrir entonces? No digo eso, pero es evidente que los análisis ni son tan lineales, ni la lectura es tan sencilla o macartista. No se trata de sólo volver y que sea lo que Dios quiera.
Una deuda de la industria de los viajes y el transporte aéreo es la flexibilidad. ¿Cómo va a reservar un vuelo un pasajero si con, la incertidumbre mediante, no sabe en definitiva si podrá volar o no, por los rebrotes y los cierres de frontera, y tampoco sabe si podrá mantener su pasaje abierto o recuperará el dinero? Por cuestiones de caja, las devoluciones del valor de los tickets vendidos se hicieron muy difíciles con algunas aerolíneas y ni siquiera fueron capaces de flexibilizar o volver tentadoras, las condiciones de los vouchers. Muchas empresas, para no perder dinero, ofrecieron a los pasajeros vouchers a cambio de los tickets ya vendidos y pagados, para redimirlos y volar cuando eso fuera posible, pero sin ningún incentivo. Es más, en algunos casos hasta se cobran diferencias tarifarias por viajar en otra época del año u otra clase. Este es otro aspecto de la confianza del pasajero: el primer ítem es si se ponen en riesgo o no, si se contagiarán o no en pleno vuelo; y el segundo aspecto, diría previo incluso, es en qué condiciones se recupera el dinero invertido en los tickets si los viajes no se pueden realizar. Y los rebrotes muestran que la incertidumbre está presente y continuará. El dilema incluso se extiende al resto de los servicios turísticos que se deben reservar o incluso prepagar: transfers, estadías hoteleras, excursiones y demás. ¿Cómo comprar mis vacaciones, con la incertidumbre de fondo, si el dinero que invertiré puedo perderlo o debo luego iniciar una larguísimo y penoso proceso para recuperarlo? Creo que toda la industria de los viajes tiene todavía un largo camino por recorrer, la cruzada por recuperar la confianza, a todos los niveles y desde todas las aristas, acaba de comenzar.
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