domingo, 17 de abril de 2022

ECONOMÍA DEL TURISMO. Europa. Psicología del turista europeo en 2022.

 Edición España. Entrevista a Enric Soler, psicólogo relacional

Psicología del turista europeo: niveles de ansiedad disparados en 2022

"La gente tiene la necesidad de despresurizar el estrés pandémico y despresurizar también el estrés de estar viendo una guerra que perciben como algo propio"14 abril, 2022
  • "Hay elementos comunes con Ucrania, los cuales hacen que nos identifiquemos con esas poblaciones"
  • "Si no puedes hacer nada para evitar un peligro que te amenaza, se dispara la ansiedad"
  • "Puede parecer una contradicción que una persona quiera viajar ahora, pero es que esa persona tiene unas necesidades"

Los ciudadanos europeos asisten impotentes al desarrollo de una guerra que está asolando un país vecino y a pesar de ello, la mayoría de los que tenían previsto salir de vacaciones en 2022 mantiene sus planes de viajes. No es que seamos insensibles ante el dolor en Ucrania. Todo lo contrario. Hemos charlado con Enric Solerpsicólogo relacional y tutor de estudios de Psicología en la Universitat Oberta de Catalunya (UOC).

El psicólogo Enric Soler.

¿Qué es un psicólogo relacional?

Es un psicólogo que no concibe el bienestar de las personas o el tratamiento de una persona como si fuera un ente aislado de su red de relaciones. Para simplificarlo, cuando estás con los amigos en una barbacoa tienes más calidad de vida emocional que cuando estás con un grupo de gente que no te cae bien. Por tanto, el psicólogo relacional entiende a la persona dentro de su salsa de relaciones. Puede haber algunas relaciones que estén influyendo positivamente y otras no tan positivamente y que en consecuencia están influyendo en su estado emocional.

¿Por qué la guerra en Ucrania, que está a 3.000 km de distancia de España, puede tener consecuencias en nuestro plano emocional?

Con la globalización y la facilidad que hemos tenido para viajar durante los últimos años, la guerra en Ucrania no es algo que nos resulte tan ajeno. También vemos que es una cultura parecida a la nuestra. Hay elementos comunes, los cuales hacen que nos identifiquemos con esas poblaciones. Nos podemos identificar más con una persona de Ucrania que no con una persona de Siria o del Yemen.

¿El color de la piel tiene algo que ver?

En un proceso de identificación, sí, claro. La gente puede identificarse más con personas caucásicas que con las de otras etnias y, en cambio, les resulta más difícil -y por eso existe el racismo- conectar, empatizar o identificarse con personas de lugares y culturas muy diferentes.

¿Cuáles son las consecuencias de ese mecanismo de identificación con la gente de Ucrania?

Al producirse la invasión hemos podido ser testigos, gracias a los medios de comunicación, que una persona se puede ir a dormir en paz y se puede levantar en medio de una guerra al día siguiente. Si te identificas con esas personas y piensas además que España forma parte de la OTAN, el objeto de discordia, puedes pensar que cabe la posibilidad que caigan misiles en tu propia ciudad. Eso crea impotencia. Y si no puedes hacer nada para evitar un peligro que te amenaza, se dispara la ansiedad. Cuanto más grande percibas la amenaza y más pequeño percibas el recurso que tienes para hacerle frente, más grande será la ansiedad.

De hecho, vivimos en una sociedad productiva que ya de por sí exige mucho a los ciudadanos, con unos horarios a seguir, etc., lo que genera ansiedad. Si preguntas a un farmacéutico cuál es el psicofármaco que más vende, verás que los ansiolíticos y los antidepresivos ganan por goleada. Por tanto, una guerra puede disparar la ansiedad y otros sentimientos como la impotencia, el sentimiento de injusticia, o de barbarie.

Se ha referido antes a una guerra transmitida por los medios de comunicación. También la estamos viendo a través de las redes sociales…

Efectivamente, lo cual potencia el mecanismo de identificación. Además, los mensajes, vídeos grabados con smartphones, etc., nos llegan tal cual. No hay, por tanto, un filtro de los medios de comunicación que nos proteja de la crudeza de esta guerra y de la sangre en directo.

¿Y todo esto cómo acaba afectando a nuestras decisiones de consumo y de viajes, aunque estemos a 3.000 km de distancia de la guerra? ¿No puede parecer contradictorio que estemos viendo esa guerra en directo y al mismo tiempo planifiquemos nuestras próximas vacaciones?

No es una contradicción, sino una paradoja, la cual tiene una coherencia en sí misma. Tengamos en cuenta que venimos de una pandemia que ha sido extraordinariamente limitadora en cuanto a las vacaciones que podíamos hacer y que además también ha generado muchísima ansiedad entre la población porque hemos visto muchísima gente morir; un sistema sanitario desbordado; y como sociedad tampoco teníamos los recursos para hacer frente a esta amenaza tan bestia como era la pandemia.

La pandemia nos ha enseñado que tenemos que ser muy versátiles y aprender a reaccionar. Está claro que necesitamos todos unas vacaciones. Esto es evidentísimo. Necesitamos un descanso para poder reposar de este estrés pandémico, y ahora se nos ha añadido la guerra en Ucrania ¿Esto qué dice a la gente? Que si la pandemia te deja viajar, hazlo porque quizás sea el último viaje que puedas hacer, porque no sabes lo que vendrá luego.

Por tanto, aparentemente puede parecer una contradicción que una persona en las circunstancias actuales quiera viajar, pero es que esa persona tiene unas necesidades. Unas necesidades que debe satisfacer. Esa necesidad es despresurizar el estrés pandémico y despresurizar también el estrés de estar viendo una guerra que perciben como algo propio. Si tienes que despresurizarte, aprovecha el momento en que lo puedas hacer porque no sabes si después llegará otra oportunidad.

¿Cómo estamos mentalmente después de dos años de pandemia?

La verdad es que no se puede ser muy optimista. Mentalmente, la sociedad está agotada, impactada, con un gran shock, en un cambio de paradigma. Ese cambio ya se venía produciendo antes de la pandemia, pero no lo veíamos tan claro. Ahora está cada vez más claro que debemos aprender a vivir, convivir, manejar, gestionar la incertidumbre.

A partir de aquí, podremos encontrar personas con una personalidad más rígida y obsesiva, a las cuales les costará más adaptarse en comparación con otras personas que sean más creativas, acostumbradas a ir aprovechando cada momento y que no hagan muchos planes a medio largo plazo, sino que van disfrutando más del día a día. Por tanto, la gestión de la incertidumbre es el nuevo gran reto de cualquier ciudadano.

Imagen: Adobe Stock

¿A raíz de la pandemia, qué están observando los psicólogos?

Estamos viendo cómo hay mucha más ansiedad. A veces hay personas que podían funcionar con sus niveles de ansiedad de una manera más o menos bien, con algún momento difícil, pero ahora esa ansiedad se ha desbordado. La ansiedad se produce porque percibimos la pandemia como un riesgo para el cual no tenemos suficientes herramientas para hacerle frente.

Podríamos decir que la ansiedad tiene una fórmula matemática. Ansiedad = percepción de la amenaza, dividido por la percepción de los recursos que tengo para hacerle frente. Si el numerador es muy grande y el denominador muy pequeño, la ansiedad será muy alta.

Al tener ahora una pandemia y una guerra como factores estresantes tan potentes, y si no puedes disponer de recursos para hacerles frente, a muchas personas se les dispara la ansiedad. Por eso estamos viendo más que nunca ingresos por crisis de ansiedad, que se pueden manifestar en cualquier momento del día. Llega un momento en que una persona no puede más y entonces su cuerpo se le queja: comienza a ahogarse, a sentir una opresión en el pecho… Solo quien ha vivido una crisis de ansiedad sabe lo desagradable que puede llegar a ser esta experiencia.

¿Salir de vacaciones es algo que no podemos posponer más?

Claro, porque las personas necesitan poder despresurizarse. Ya antes de la pandemia íbamos con unos niveles de estrés muy elevados en la sociedad en la que vivimos, que es muy productiva. Y el ser humano no puede asumir tantos inputs estresantes, por la cual cosa tendrá que encontrar alguna manera, algún modo, algún sitio, un espacio, donde poder recuperarse emocionalmente de todos estos impactos que han ido llegando uno detrás del otro.

Es cierto que la situación económica no es la mejor para muchas personas, pero quizá observaremos más imaginación a la hora de planificar las vacaciones o veremos personas que descubrirán otros modos de hacer vacaciones más adaptadas a su bolsillo. Se agudizará la creatividad, vaya. La gente encontrará el modo.

En resumidas cuentas, la pandemia y ahora la guerra han intensificado el deseo de irse de vacaciones sea como sea…

Más que de un deseo, podríamos hablar de una necesidad vital.

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