La 're-evolución' del turismo como hecho social transformador
El escenario que se vislumbra combina una demanda con un mayor grado de perfeccionamiento y un mayor nivel de personalización de la oferta. Un espacio donde encontrar experiencias: viajes transformadores, vivencias significativas.
En este tiempo que se avecina se conjugan una necesidad y una oportunidad: la capacidad como país de generar nuevos motivos, ampliar exponencialmente las opciones y los destinos.
Resulta clave priorizar estrategias de descentralización territorial de los flujos turísticos, garantizando los criterios de sostenibilidad económica, social, cultural y ambiental, condición fundamental para darle trazabilidad al sector en su conjunto.
Tenemos el desafío de impulsar políticas públicas con perspectiva de desarrollo con inclusión e igualdad en la diversidad, apalancando los procesos de planificación desde el territorio con esta visión.
Esta mirada implica tener como actor fundacional a las personas, a la comunidad.
En este sentido se torna fundamental institucionalizar la igualdad de género y con esto pensar en la diversidad en todas sus formas (etnias, edades, diversidad funcional, estatus económico).
La diversidad nos potencia, nos complementa, nos permite tener una mirada más amplia de la realidad y todos sus matices, nos permite encontrar espacios de oportunidad para desplegar el potencial de cada territorio.
Identidad y patrimonio como propuesta de valor
El turismo, así reinterpretado, representa una oportunidad para la difusión de los valores y recursos que la comunidad tiene para ofrecer, una razón más para sentir orgullo de quiénes son y dialogar mostrándolo al mundo.
En esta conceptualización del turismo como hecho social, el turista es mucho más que un simple consumidor.
Es quien co-protagoniza la experiencia turística y convive en ese espacio junto a la comunidad local, juegan allí un rol importante la interacción, no solo por compartir un espacio común, sino por co-construirlo.
Aquí se pone en juego un desafío sectorial enorme, incorporar contundentemente la producción local de bienes y servicios como valor diferencial del producto turístico final.
Esto implica generar las condiciones para que cada localidad pueda generar, de manera sinérgica, una propuesta turística que promueva valor local afirmada en los usos, costumbres e identidades locales (gastronomía, cultura, juegos, vecindad, calidad de anfitrión, etc.) que conlleve una relación valorativa satisfactoria para el trípode de sustentación del turismo: oferta, demanda y territorio.
El turismo entendido como un hecho social nos permite una mirada más holística, para recrear a lo largo y ancho del país, ese orgullo por compartir su identidad, su cultura, pero también para brindar fortaleza a cada territorio para proponer sus propias reglas y condiciones en ese intercambio.
Os invito a pensar en el turismo como factor de desarrollo endógeno, no como un modelo preconcebido que uno pueda aplicar en cualquier tiempo y lugar. Como una estrategia de actuación, una perspectiva de cambio, de construcción de otra realidad, con nuestra gente y a partir de nuestras capacidades.
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